El día que no deberíamos recordar

El 2 de octubre del 68 debió ser un día más de luchas y de vivencias cotidianas, un día donde los individuos desde su propia cotidianeidad y su consciencia vivieran un día más o menos normal.

Para los estudiantes del 68 eso significó salir a las calles para hacer algo por su universidad, para Díaz Ordaz significó prestar oídos a las voces que le dijeron que los jóvenes eran una amenaza para él y su poder, para los militares significó cumplir una orden, para algunos comunicadores... Fue un día más o menos normal.

Las convicciones y las obligaciones y los miedos y las esperanzas individuales se conjuntaron en Tlatelolco y el malentendido derivó en tragedia y hoy el 2 de octubre no se olvida, no debe olvidarse el pasado, porque esa es la única garantía de no repetición.

Las convicciones y las obligaciones y los miedos y las esperanzas individuales se conjuntaron en Tlatelolco y el malentendido derivó en tragedia y hoy el 2 de octubre no se olvida, no debe olvidarse el pasado, porque esa es la única garantía de no repetición.

Yo no soy un líder estudiantil ni político, ni tampoco alguien que ostente poder o recursos para hacer o deshacer, ni tampoco periodista, investigador, escritor o artista. Yo soy un consultor independiente de software, orgulloso de sus capacidades y su trayectoria, y éste granito de arena, éstas palabras son lo mejor que puedo hacer desde mi trinchera para que el 2 de octubre, el día que no tendría por qué recordarse no se olvide.