
Fragmento de 'Las horas de la pasión'
Cristo, flajelado y con corona de espinas ante Pilatos: "Hija mía, ven entre mis atados brazos, apoya tu cabeza sobre mi Corazón, y sentirás dolores más intensos y acerbos, porque todo lo que ves por fuera de mi Humanidad no es sino lo que rebosa de mis penas interiores... Pon atención a los latidos de mi Corazón y sentirás que reparo las injusticias de los que mandan, la opresión de los pobres, los inocentes pospuestos a los culpables, la soberbia de quienes, con tal de convservar dignidades, cargos o riquezas, no dudan en transgredir toda ley y en hacer mal al prójimo, cerrando los ojos a la luz de la verdad... Con estas espinas quiero hacer pedazos el espíritu de soberbia de 'sus señorías', y con las heridas que forman en mi cabeza quiero abrirme camino en sus mentes para reordenar todas las cosas según la luz de la verdad... Con estar así humillado ante este injusto juez, quiero hacer comprender a todos que solamente la virtud es la que constituye al hombre como rey de sí mismo, y enseño a los que mandan que solamente la virtud, unida al recto saber, es la única que es digna y capaz de gobernar y regir a los demás, mientras que todas las demás dignidades, sin la virtud, son cosas peligrosas y que hay más bien que lamentar... Hija mía, haz eco a mis reparaciones y sigue poniendo atención a mis penas."
[...] fuera oyes el gentío tumultuoso que aguarda con ansiedad tu condena. Y Pilatos, [...] con visible repugnancia toma los dos extremos de la púrpura que te cubre el pecho y los hombros, los levanta para hacer que todos vean a qué estado has quedado reducido, y dice en voz alta: ¡Ecce Homo!
[...] Fatigosamente caminas, encorvado y bajo esa horrible corona de espinas; la sangre marca tus pasos, y saliendo fuera oyes el gentío tumultuoso que aguarda con ansiedad tu condena. Y Pilatos, imponiendo silencio para captar la atención de todos y hacerse escuchar por todos, con visible repugnancia toma los dos extremos de la púrpura que te cubre el pecho y los hombros, los levanta para hacer que todos vean a qué estado has quedado reducido, y dice en voz alta: "¡Ecce Homo! ¡He aquí al Hombre! ¡Miradlo, no tiene ya aspecto de hombre! ¡Observad sus llagas; ya no se le reconoce! Si ha hecho mal, ya ha sufrido bastante, demasiado. Y yo estoy ya arrepentido de haberle hecho tanto sufrir, dejémoslo libre..." Jesús, amor mío, déjame que te sostenga, pues veo que vacilas bajo el peso de tantas penas... Ah, en este momento solemne se va a decidir tu suerte. A las palabras de Pilatos se hace un profundo silencio en el Cielo, en la tierra y en el infierno... Y en seguida, como una sola voz, oigo el grito de todos: "¡Crucifícalo, crucifícalo! ¡A toda costa lo queremos muerto!".
Entonces, los discípulos le dijeron: "¿Dónde sucederá eso, Señor?" Y él les respondió: "Donde hay un cadáver, se juntan los buitres".
Vida mía Jesús, veo que te estremeces... El grito de "Muerte" desciende a tu Corazón y en esas voces oyes la voz de tu amado Padre que te dice: "¡Hijo mío, te quiero muerto, y muerto crucificado!". Y ah, oyes también a tu querida Mamá que, aunque traspasada, desolada, hace eco a tu amado Padre: "¡Hijo... te quiero muerto!" Los Angeles y los Santos, así como el infierno, gritan todos con voz unánime: "¡Crucifícalo, crucifícalo!" De manera que no hay nadie que te quiera vivo. Y, ay, ay, con mi mayor confusión, dolor y asombro, también yo me veo forzada por una fuerza suprema a gritar: "¡Crucifícalo!".
-De las 9 a las 10 am. 'Ecce Homo' Jesús es condenado a muerte. Fragmentos